Juan Carlos Ferreiro es TCP (tripulante de cabina de pasajeros) de Iberia desde hace 15 años, y sobrecargo de corto y medio radio desde hace año y medio. Una de sus pasiones es viajar; por eso disfruta tanto con su trabajo y, siempre que puede, aprovecha su tiempo libre para explorar nuevas ciudades. Uno de sus destinos favoritos es San Francisco. ¿Le acompañas?
Un paseo: Me encanta salir a correr al amanecer a una de las siete colinas de la ciudad, Russian Hill. Tras casi escalar hasta su cima, me suelo perder por las calles de barrios aledaños como Pacific Heights, cuajados de mansiones coloniales –algunas, supervivientes del Gran Terremoto– presidiendo la ciudad desde las alturas.
Las mejores vistas: Si el día está soleado, recomiendo cruzar la bahía desde el Muelle 41 a la ciudad pesquera de Sausalito. Está a 30 minutos en barco y es conocida por su puerto y sus más de 400 casas flotantes. Durante el trayecto se pueden hacer las mejores fotos del puente Golden Gate.
Delicatessen: Prueba el sándwich de cangrejo y la sopa de almejas en Fisher-man’s Wharf, un barrio pegado a la bahía.
Arte: El escondido mural de Diego Rivera Alegoría de California, en el City Club de San Francisco, es visita obligada.
De compras: Chinatown y sus calles llenas de misticismo. Puedes encontrar casi de todo, aunque tengo que reconocer que todavía no he dado con la tienda de curiosidades donde venden Gremlins, como en la película.
Si vas con familia: Tienes que ir a la serpenteante Lombard St., icono de mi nfancia gracias a la serie Falcon Crest.
No te puedes perder: La Roca. Pero, atención, debes reservar la visita con antelación en Internet. Los ferries salen del Muelle 33. El viaje incluye el trayecto hasta el islote donde se encuentra Alcatraz y, una vez allí, una audioguía para que vayas explorando a tu ritmo la tétrica prisión. Tras pasar por la enfermería, los corredores y las celdas se llega a un pequeño patio donde, al igual que Al Capone, uno puede disfrutar de las mejores vistas de San Francisco.
Muy recomendable: Una paradita para reponer fuerzas en el Caffe Trieste, en Little Italy, donde Coppola fraguó El Padrino.
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