Hace ahora algo más de 26 años, un vuelo humanitario con voluntarios de Aviaco e Iberia permitió salvar a muchas familias de las desgarradoras guerras yugoslavas, brindándoles la oportunidad de comenzar una nueva vida en España. Esta es la historia de Amar Basic.
Amar nació en Macedonia en pleno conflicto bélico de la antigua Yugoslavia.
Corría el año 1992, en plena guerra en Bosnia, el programa de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) -organización gubernamental para la ayuda a los desplazados por las deportaciones masivas en las repúblicas en conflicto-, junto con Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad (MPDL), consiguieron rescatar a más de 1.500 refugiados.
Amar, fue uno de los afortunados que formó parte de la expedición española que pudo escapar del horror de la guerra a bordo de un vuelo de Aviaco (filial de Iberia), con pilotos y TCP voluntarios de ambas compañías y que fletó el sindicatos de pilotos, Sepla.
El 30 de noviembre de ese año, Amar embarcó junto con sus padres en el aeropuerto de Skopje en el MD-88 “Torre de Hércules”. De los 154 pasajeros, Amar era el bebé más joven, con apenas 15 días de vida.
“Acabamos en ese vuelo por casualidad” explica Amar. “Mis padres tenían asignado el día 14 otro vuelo a otro país, pero al nacer yo el día 13 fue inviable embarcar en él y tuvieron que esperar al siguiente vuelo”.
Aurora Aznar -TCP de Largo Radio y nuestra segunda protagonista de esta historia-, se presentó sin dudarlo como voluntaria a dicho vuelo. “El 60% de los pasajeros eran niños, ya que se dio prioridad a familias con hijos” rememora Aurora con añoranza: solo recuerdo repartir pañales por todas partes… atrás quedaba la guerra, pero a bordo continuaba el miedo y la incertidumbre por un fututo desconocido en un país del que seguramente no habían ni oído hablar”.
Nos dirigíamos a La Coruña, y de todos esos niños, me quedé prendada de los enormes ojos de un bebé con apenas dos semanas de vida vestido con una ropita que le sobraba por todos los lados”.
El destino burlón había jugado sus cartas y bajo su sortilegio, las vidas de Amar y Aurora, sin ellos saberlo aún, quedarían enlazadas para siempre.
“Nada más llegar a La Coruña mis padres tuvieron claro que había que aprender castellano; no sabían el tiempo que nos íbamos a quedar, podían ser meses o una vida entera” relata Amar. “Mi padre, músico de profesión, consiguió trabajo en Bosnia. Los siguientes doce años viajaría entre ambos países. Mi madre, enfermera, encontró trabajo en una clínica dental”.
Los años siguieron su curso. Sus padres evitaban tocar el tema de la guerra, “era demasiado doloroso y las heridas aún no habían cicatrizado”. “Con 6 años pisé Bosnia por primera y fue un shock; pasé de ser hijo único a estar rodeado de gente y descubrir que tenía otra familia lejos de España”.
Mi vida en Galicia era la de un chico normal; pasé mis estudios y comencé a trabajar en el mundo de la aviación a los 18 años” continua Amar. Mi primera base como TCP fue en Bélgica, donde viví tres años, luego volví a España -con base Madrid- donde estuve otros dos años, algo que me sirvió mucho como formación. Pero siempre desde el primer día de vuelo, intentaba enterarme de convocatorias en Iberia… hasta que conseguí presentarme y ¡aquí estoy!”.
Desde su ingreso en Iberia, Amar tenía claro que quería seguir el rastro de aquella tripulación que le ofreció una nueva vida en España. “Conseguí contactar con Aurora, la única persona de la tripulación en activo; empezamos a mensajearnos… era increíble que el destino nos volviera a juntar. Por un motivo u otro, no conseguíamos quedar… así hasta que la compañía nos organizó un encuentro”.
25 años después Iberia volvió a unir las vidas de Amar y Aurora. Las emociones a flor de piel de ese momento son demasiado intensas para poder describirlas, por eso os hemos preparado este vídeo, testigo del instante de su reencuentro en las oficinas de Iberia.
Amar y Aurora han podido seguir conociéndose y profundizando en su amistad. Nada más subir a la Flota de Largo Radio, Amar solicitó volar alguna línea con Aurora. “Le trato como a un hijo” nos comenta divertida Aurora, “y trato de inculcarle los valores de Iberia y los mejores consejos gracias a mi experiencia adquirida durante más de 35 años en esta profesión”.
Por su parte, Amar no quiere cerrar esta historia sin agradecer a Iberia el papel tan importante que ha jugado en su vida: “para mí, Iberia es mi familia; me ha acogido, arropado y permitido conocer a excelentes profesionales como es el caso de Aurora”.
Ser TCP significa mucho para mí, recuerdo como de pequeño, admiraba a las tripulaciones que nos recibían cada vez que iba a visitar a mi familia, siempre sonrientes, amables, eran un importante nexo de unión, una pieza imprescindible”. Y concluye: “ahora soy yo esa pieza que forma parte de un engranaje que permite que muchas personas sigan escribiendo su presente y su futuro.”
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